Galería H, Dibujos
Caballo y carbón: memoria de una imagen en la Galería H
En el
corazón de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más precisamente en la calle
Paraguay 824, funcionó durante las décadas centrales del siglo XX un espacio
que se convertiría en semillero y testigo de algunas de las manifestaciones más
significativas del arte argentino: la Galería H. Inaugurada a fines de
la década de 1950, la galería rápidamente se ganó un lugar en el circuito
artístico porteño, acogiendo a figuras consagradas como Antonio Berni y
dando lugar, en los años posteriores, a las búsquedas expresivas de grupos
emergentes como el llamado Grupo 7, activo entre 1970 y 1980, del cual
formaron parte artistas como César Fioravanti, Horacio Beccaria, José Luis
Macchione, Muñeza, M. Paley, J. C. Romero y R. Tau.
Este espacio
también vio desfilar una notable constelación de nombres que hoy integran el
panteón del arte nacional: Graciela Zar, Estela Zariquiegui, Pablo Suárez,
Federico Peralta Ramos, Alberto Greco, Leopoldo Presas, Líbero Badii, entre
tantos otros. En sus salas convergieron estéticas diversas, desde la
abstracción geométrica hasta los primeros gestos conceptuales, en un tiempo
donde el arte argentino buscaba con urgencia su propia voz.
Es en ese
contexto efervescente que el 3 de abril de 1961 se inauguraba una
exposición individual del artista Oscar L. Estévez, bajo el título
sobrio y directo de dibujos. La muestra reunió veinte piezas realizadas
en tinta china y acuarela, muchas de ellas trabajadas con tinturas
mixtas que desdibujaban los contornos entre la ilustración tradicional y una
sensibilidad casi lírica en la construcción de atmósferas.
De aquella
exposición —que permaneció abierta durante doce días y fue destacada por la
crítica, entre ellos el renombrado crítico español Enrique Azcoaga— se
conserva una obra singular por su potencia poética y su carga simbólica: Caballo
y carbón.
Con un
tamaño de 26 x 43 centímetros y ejecutada en tinta fluida, la
obra presenta una escena de fuerte resonancia social y paisajística: un
caballo blanco, solitario, en medio de una pila de carbón en Isla Maciel.
La elección del escenario no es casual. Isla Maciel, ubicada en la ribera del
Riachuelo, ha sido históricamente un territorio de trabajadores, astilleros y
márgenes sociales. El caballo blanco, símbolo de lo noble, lo vital o incluso
lo espiritual, se contrasta con la negrura mineral del carbón, lo industrial,
lo desgastado.
La tensión
que habita en esta imagen no se resuelve: permanece, como una metáfora abierta.
Es el contraste entre la naturaleza y la industria, lo animal y lo residual, lo
luminoso y lo oscuro. Pero también es un retrato silencioso de una época —la de
principios de los sesenta— en la que el arte buscaba retratar las fracturas del
entorno urbano, los límites de la belleza, los espacios invisibles de la
ciudad.
Hoy, más de
seis décadas después, Caballo y carbón se erige no sólo como testimonio
de una sensibilidad artística singular, sino como fragmento tangible de una
historia más amplia: la de la Galería H, ese laboratorio de lenguajes,
pasiones y gestos que ayudó a configurar el mapa del arte argentino
contemporáneo.
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CABALLO Y CARBÓN (TINTA 26x43) |
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Berni, Galería H 1960 |
Grupo 7, Galería H 1972
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