El Aviso, La diligencia
A finales del siglo XIX, antes de la aparición de una red ferroviaria transcontinental que finalmente comunicaría la costa este y oeste de los Estados Unidos, el medio más utilizado como transporte de pasajeros, correo e incluso la recaudación de caudales, era la diligencia.
Este tipo de coche estaba conformado por un carruaje, generalmente de cuatro ruedas tiradas por la fuerza de dos o más caballos, manejadas por el cochero y un ayudante desde el pescante. El cuerpo central o berlina tenía asientos transversales enfrentados, ventanillas de cristal y pequeñas puertas con estribos a los lados. La zona cupé se refiere a los asientos en la parte trasera externa para un máximo de cuatro plazas, y el techo mismo se utilizaba para llevar los equipajes y bultos que eran contenidos mediante una barandilla.
Durante la expansión de los territorios de la Unión americana y el movimiento masivo de la población hacia el oeste del país debido a la conocida fiebre del oro, los servicios de diligencias fueron muy requeridos, manteniendo itinerarios y horarios fijos para recorrer las diferentes postas nacionales.
Era una prestación relativamente eficaz, aunque bastante incómoda. El viaje suponía enfrentar numerosos contratiempos: los caminos no estaban del todo allanados, había que atravesar zonas de zanjas, lodazales y desprendimientos rocosos, y muchas veces las condiciones empeoraban por las inclemencias climáticas. Era habitual que se produjeran roturas de ruedas que ocasionaban retrasos o que se cruzaran con manadas de búfalos. A estos obstáculos se sumaban las seguras probabilidades de ser asaltados una o más veces durante el trayecto. Los pasajeros, muy conscientes de este riesgo, al iniciar un viaje solían tener profundas despedidas con sus seres queridos, dejar cartas de confesiones e incluso arreglar sus testamentos.
Aún así, fue durante muchos años un excelente negocio. Tal es así que en 1857 obtuvo la regulación por el Congreso, que abrió un concurso para otorgar la concesión del servicio transcontinental con los siguientes requisitos: "tener una frecuencia bisemanal, ser servido por carruajes tirados por cuatro caballos, con facilidades para acomodar pasajeros y garantías de seguridad para el transporte del correo".
La compañía adjudicataria del servicio fue Overland Mail, un maridaje de empresas de transporte, entre las que se encontraba la acaudalada firma Wells Fargo & Company, instalada en New York a cargo de los empresarios banqueros Henry Wells y William G. Fargo.
En la costa oeste, el hombre encargado de ampliar el servicio fue Ben Holladay, conocido como el Rey de las Diligencias, pues tenía vasta experiencia en la conducción de carros en la zona de los Apalaches. Su carácter implacable lo llevó a crear un imperio millonario de medios de transporte que incluían barcos de vapor, varias empresas relacionadas con los granos de cereales, explotación de minas y líneas de ferrocarriles.
Los conductores de diligencia eran grandes figuras, sagaces y rudos hombres, hábiles con las riendas y expertos en el trato de las caballerías, que arriesgaban su vida pues eran blanco certero en ataques de indios y bandidos. Capaces de sobrellevar los embates climáticos que soportaban estoicamente a la intemperie, cubiertos por enormes y gruesos abrigos, sombrero de alas anchas e incluso utilizaban gafas tintadas para protección solar. Eran acompañados, al menos, por un asistente armado que se ubicaba a su lado a modo de centinela. Así, en caso de ser atracados, el ayudante se ocuparía de enfrentar la refriega mientras el conductor atizaba las riendas para procurar la huida y evitar que los animales se dispersen desbocados.
En esta entrada: "El aviso", un western publicado en la Revista Frontera Extra N°11 en septiembre de 1959, con dibujos de Oscar Estévez y guión de Héctor Oesterheld. El arte de portada estuvo a cargo de Carlos Roume.
En sus páginas interiores encontramos famosas series como "Pichi", "Cuaderno rojo de Ernie Pike" y "Lucky Luke". Tomé y Gorosito se destacan en las páginas de humor. Además, una fotonovela de Cinemisterio, un relato ilustrado con fotos de Arizona Kid. La singularidad en la contraportada es la foto de un piloto que tripularía el avión supersónico CF-105 Arrow de la compañía canadiense Avro.
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