Estudio 42: Cine desde el corazón del Impenetrable

     Desde Lomas de Zamora hasta el último rincón del Chaco profundo, Estudio 42 —grupo de cine independiente conformado por Oscar Estévez, Carlos Cassaniti y Luis Tejada, egresados de la Escuela Municipal de Cine— ha recorrido caminos de tierra, fronteras físicas y simbólicas, impulsados por una convicción: el cine puede ser una herramienta de transformación y denuncia.

     Entre sus primeras obras figuran El Soldado, un video bélico rodado en San Vicente, y El Chato, un policial ambientado en distintos barrios de Lomas. Pero fue Ahí va la vida, un documental profundamente humano, el que marcó un punto de inflexión en su recorrido. Finalista del Festival de Cine y Video de Avellaneda, recibió elogios de referentes como Pino Solanas y Octavio Gettino, quienes reconocieron su valor ético y estético. “Si hubiese sido filmado en 16 mm, habría tenido otra repercusión”, les dijeron.

     Este trabajo los llevó al programa Red de Noticias, coincidiendo con la semana del Día de la Raza. Allí compartieron pantalla con autoridades nacionales, entre ellas el director del INAI, quien —paradójicamente— no conocía la zona ni era indígena. La transmisión se convirtió en una oportunidad inesperada para visibilizar la realidad del pueblo wichí, sobre todo en el Impenetrable chaqueño, donde el video había generado incomodidad en sectores oficiales.

La génesis del viaje

     Todo comenzó con un relato: una monja alfabetizadora que había trabajado en el Chaco dejó en Oscar Estévez una inquietud persistente. Junto a sus compañeros, decidieron partir sin contactos ni certezas, guiados por mapas del ACA y algunos días de licencia. Así, a bordo de una vieja Ford y con su equipo a cuestas, se internaron en caminos de tierra hasta llegar a Sausalito, donde termina el asfalto… y también, en muchos sentidos, el mundo visible.

     Allí, el hospital precario se convirtió en su centro de operaciones. Acompañaron a un médico local en sus visitas sanitarias a ranchos de la zona, registrando imágenes imposibles de lograr sin su mediación. La música elegida acompaña con sensibilidad los planos de madres jóvenes con hijos a la cadera, caminando descalzas en busca de agua. En esas imágenes, Ahí va la vida construye un retrato crudo pero digno de una comunidad arrinconada.

Entre la tala, la lengua y la resistencia

     De ese viaje surgieron dos documentales: uno centrado en los derechos del niño, otro con la voz en off del médico relatando la realidad sanitaria y cultural de los wichí. La edición final se realizó en el Estudio 42, con Carlos Cassaniti en cámara, Sergio Cassaniti en iluminación, Luis Tejada en fotografía fija y Oscar Estévez como jefe de producción.

     Volvieron un año después, pero la recepción fue distinta. No les prestaron la escuela para dormir y debieron armar una carpa detrás de la casa del Dr. Miguel Núñez, nuevamente su aliado. Esa colaboración le costó el puesto, fue despedido por las autoridades provinciales. Aun así, el equipo insistió en seguir documentando lo que consideraban “un hecho cultural, no una provocación”.

     Recorrieron más de 2.500 km por caminos de tierra, pasando por Tres Pozos, Nueva Pompeya, Fortín Belgrano, Tartagal y El Vizcachal. Allí registraron uno de los testimonios más potentes del corto, el de Segundo Gerez, quien en lengua wichí expresó:

Yomei wichi toj pasche tha mil weuj toj wazh toj thamil, ichefwenejen pej lales yom lak nemit tatam wet, hote is hope eth ta thom tes isen wet ya chik, wet hate ta chik thaicheefwenesjta ichumthi is chik.”

Su traducción:

     “Los consejos que daban los antiguos eran buenos, porque ellos recomendaban a sus hijos que no roben, que no hagan cosas malas y que respeten a las personas y a los animales.”

Una lucha que no se detiene

     La realidad que Estudio 42 retrató en su documental sigue siendo trágicamente vigente. En los últimos años, el pueblo wichí ha enfrentado una crisis humanitaria agravada por la desnutrición infantil, la falta de agua potable y la escasez de atención médica. Informes recientes denuncian al menos 11 muertes de niños por desnutrición en la provincia del Chaco, mientras el cierre de comedores escolares y la ineficiencia estatal profundizan la emergencia.

     Lejos del silencio, las comunidades wichí han respondido con protestas pacíficas y acampes, sobre todo en ciudades como Juan José Castelli, exigiendo lo más elemental: salud, alimentación, vivienda. La respuesta oficial ha sido escasa. Sin embargo, la resistencia cultural sigue viva, iniciativas como la formación de intérpretes judiciales wichí en Salta, o la participación de tejedoras wichí en la Bienal de Venecia, son prueba del valor de un pueblo que lucha no solo por sobrevivir, sino por ser reconocido en su dignidad.

Cine que incomoda y transforma

     En este contexto, el trabajo de Estudio 42 cobra una relevancia renovada. Con sensibilidad, compromiso y valentía, estos cineastas no solo documentaron, interpelaron. Su cámara no buscó el espectáculo del dolor, sino la conciencia. Al darle voz a quienes han sido históricamente silenciados, su cine se convierte en un acto político y poético, en la línea de aquellos que —como Solanas y Gettino— concibieron al cine como una forma de militancia social.

     En un país donde muchas veces el centro olvida a sus márgenes, Estudio 42 recuerda que, incluso en los territorios más silenciados, la vida sigue y resiste.

Dirección de fotografía y cámara: Carlos Cassaniti, Asistente de cámara e iluminación: Sergio Cassaniti, Fotografía fija: Luis Tejada, Jefe de producción: Oscar Estévez
Estudio 42


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