Oro en el río Klondike
Ubicada al noroeste de Canadá y cerca de la frontera con Alaska, la región del Yukón es atravesada por el río Klondike, que se une al río Yukón al norte. Entre 1896 y 1899, esta región experimentó una fiebre del oro cuando cientos de personas llegaron en busca del preciado mineral tras el descubrimiento realizado en el lecho del río Klondike por el prospector George Carmack y su familia, habitantes originarios de la zona.
Durante este período, Estados Unidos se encontraba en una profunda recesión económica debido a las crisis financieras de 1893 y 1896. En respuesta a la noticia del hallazgo de oro, mineros de todo el país, de diversas clases sociales, y numerosos extranjeros abandonaron sus ocupaciones y se aventuraron con la esperanza de enriquecerse rápidamente.
El acceso a la región era complicado, y una vez establecidos, los mineros enfrentaban arduas jornadas de trabajo. Tamizar y filtrar el agua del río para separar la tierra y la grava del oro era una tarea constante. Durante el deshielo, esta labor se facilitaba un poco, pero los mineros no podían abandonar sus parcelas para no perder la concesión. En invierno, cuando el río se congelaba, el trabajo se volvía aún más difícil, ya que era necesario excavar y derretir la gruesa capa de suelo congelado, lo cual requería construir minas y usar recursos como leña, pólvora y dinamita. Dependían de suministros que llegaban desde Dawson City a través de trineos, mulas y caballos, a un alto costo.
La fiebre del oro cobró muchas vidas debido a la hambruna, enfermedades, hipotermia y accidentes por explosiones. De los 100,000 buscadores que llegaron, solo un pequeño grupo de 4,000 encontró algo de oro, y apenas 1,000 logró extraer una cantidad significativa como para mejorar su situación económica. Después de tres años, la fiebre del oro comenzó a disiparse. Muchos vendieron sus concesiones y regresaron a sus vidas anteriores, mientras que otros continuaron su búsqueda hacia el norte, dirigiéndose a Alaska.
En esta entrada:"Nochebuena en Alaska" historieta publicada el 18 de diciembre de 1957 en la Revista Hora Cero Semanal N°16; con guión de H. G. Oesterheld e ilustraciones de Oscar Estévez. El arte de esta icónica portada pertenece al artista Francisco Solano López.
Imágenes digitales descargadas desde el Archivo Histórico de Revistas.
Arte de tapa: Francisco Solano López |
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